domingo, 13 de agosto de 2017

Comprender lo informe


Cuando nos conocimos vivíamos cerca pero raras veces coincidíamos. Manteníamos una cercanía intermitente y afectuosa hasta que luego de su viaje a Holanda recibí una carta suya. Era una carta de sobre largo que contenía un papel granulado y letras entrañables. Desde entonces intensificamos nuestra amistad sincera y sin dobleces. Intercambiamos cartas, a la manera tradicional, que demoraban en llegar. Durante meses, conversábamos largamente por teléfono mientras Lenka realizaba sus quehaceres domésticos. Nos confiábamos algunos pesares, nuestros planes y aspiraciones. Planeamos hacer un corto, con actores, locaciones, una historia misteriosa e intricada. Me enviaba fotos de su paseo por un bosque que realizaba con una bicicleta porque era el escenario de una de estas historias. Así ingresó a mi familia con la naturalidad de su andar entre árboles. Conversamos mucho y, mientras la escuchaba, pensaba para mí en el brillo especial de su talento, también en su desapegado, que me alarmaba, pues otorgaba belleza al mundo sin que sus manos las reclamaran. Aún guardo una plaqueta con un relato que nos repartió la noche que realizó una performance vestida con tules blancos como un ángel; también sus dibujos sobre los cuales planeaba escribir unos relatos y cuyo permiso nunca me concedió ni negó preocupada como estaba por transitar el mundo. Hablábamos de nuestro cortometraje. Debíamos escribir y enviarnos nuestros avances, pero esta vez me tocó a mí incumplir los plazos, en parte porque fui intuyendo que mi ánimo cansino trabaría la frescura y soltura con la que ella escribía, de manera que terminó volviéndose suyo el proyecto que en realidad inició como suyo y me mantuvo a mí como interlocutor maravillado. Desde ese 2010 Lenka estuvo escribiendo y corrigiendo en silencio esas historias hasta formar su novela Fractal que, finalmente, dejó impresa en mi mesa en su última visita del 2016.
            El titulo lo tenía pensado Lenka desde un inicio. El tema también: historias de amores dispersos y disímiles, con personajes que entraran y salieran de diversos ambientes como apariciones que dejaran en suspenso sus permanencias. Fractal recogía esas características. El término, que significa “quebrado” o “fracturado”, hace referencia a estructuras que se pliegan y despliegan por similitud y duplicación. Los fractales son formas geométricas no convencionales construidas por regiones similares pero en diferente escala que se reproducen, deformadas, indefinidamente. Estas formas se encuentran, en realidad, en todo el mundo exterior, los árboles, los ojos, las plumas, las arterias, las nubes, porque entender lo fractal es una forma de comprender lo informe y lo irregular de la vida. Es una entrada al caos y al absoluto. Esa es la intención de la estructura de la novela de Lenka, no separada por capítulos sino por líneas y segmentos de vida que se yuxtaponen en su movimiento múltiple y caótico, conectando presencias y circunstancias. Las historias de amor se repiten con la estructura de la iteración de lo fractal pero deformados por el resplandor y la impureza humana que en cada caso las expresa. Fractal es una novela de situaciones que van ensamblando lo indetenible, fragmentos de vida que en alguno de sus lados forman desenlaces y en otros solo un acaecer. Pasadizos sin dirección como escenarios de peleas, reencuentros, búsquedas, esperas solitarias. Escritura que viene desde lejos porque brota desde lo íntimo, la nostalgia y la memoria, camino transitado con líneas tambaleantes, presencias que ingresan y salen y que entre ellos se ignoran pero que en ella se conocen, tocados por su tránsito. Fractal diseña el circuito de los años universitarios, el tramo de la edad de asombro entre la salida del ámbito familiar y el ingreso a los ambientes intelectuales y artísticos urbanos. Por eso los personajes deambulan entre cafés, restaurantes, el campus universitario y las aulas hasta las caminatas posteriores, el encuentro furtivo e inesperado. Fractal construye una estructura que vuelve hacia un centro que no es fijo y por eso su avanzar es titubeante,  fragmentario, como los amores que bajo el arco de los años buscan entrelazar nuevamente sus dedos y encuentran solamente la clausura de espaldas pues la novela desemboca en una tromba implacable y solitaria que otorga vida al murmullo de las calles. Lenka se burlaría de lo que escribo con su humor inteligente y pícaro. En esos días hablamos sobre lo adocenados que eran los diálogos de películas peruanas, tiesos como un rictus incómodo por la presencia de las cámaras. Lo recuerdo ahora porque los diálogos de Fractal son realmente distintos: ágiles, vivaces, francos, divertidos, pues los personajes desean definirse sobre todo por lo que dicen. Y nosotros, como lectores, recibimos ese obsequio que Lenka pone en nuestro ánimo para tratar de sobrellevar el mundo.

Lenka Menédez. Fractal. Lima: Bisonte editorial, 2017.